Como lo dijo el cronista Sardela desde la época de la Conquista, cuando el Mariscal Jorge Robledo lo descubrió en 1541:
“Visto por el Capitán (Jorge Robledo) no se hallaba poblado… fue a
descubrir por otra parte y nunca pudo hallar poblado, puesto que halló
muy grandes edificios antiguos destruidos e los caminos de peña tajada,
hechos a mano más anchos que los del Cuzco, y otros bohíos como a manera
de depósito. Y el Capitán no se atrevió a seguir aquellos caminos, pues
quien los había hecho debía ser mucha posibilidad de gente…”.
Casi en el mismo estado primitivo y oculto en que lo dejó el mariscal
Robledo, permaneció el Parque Arví olvidado durante cerca de 450 años.
Tanto la urbanización avasallante del Valle de Aburrá como la de
Rionegro, milagrosamente pasaron por sus lados sin romper su encanto y
sin estropearlo. Y ahora, también milagrosamente, se abre al público
después de un apacible letargo de cuatro siglos y medio de intacta
conservación.
Su inmensidad evitó que se produjese una conurbación entre los valles de Aburrá y Rionegro.
También sirve el parque para controlar las expansiones urbanas desordenadas, especialmente hacia zonas inestables.
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